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LA VERDAD QUE DESEO
Por Rubén Cedeño
Buenos Aires,
Junio 24 del 2011
Si
la Enseñanza Espiritual descargada por la Jerarquía Espiritual de Shamballa para
salvar a la humanidad, después de la Emergencia Cósmica de 1952, te gusta, es lo
que con más afán quieres realizar y estás dispuesto a superar las dificultades,
purificaciones y pruebas, para poder seguir adelante con ellas, puedes afirmar
lo que dijo el Señor Gautama al llegar la Esfera Verde: “Aquí está la Verdad
que Yo deseo, y esta es la Verdad en la cual viviré”.
A veces no se está preparado para una Enseñanza tan noble, buena y pura como la
de los Maestros, pero por la aceleración planetaria, a muchos individuos de
condiciones no muy deseables se les da la oportunidad de recibirla. No solo eso,
sino a muchos se les da la especial oportunidad para comunicar la Enseñanza
Espiritual, aunque ese ser todavía manipule la mentira, maltrate a personas y no
sea fiel ni siquiera a la misma Enseñanza que comunica. Pero se le da este
privilegio, porque la vibración de la Enseñanza misma comienza a purificar a
quien la tiene, y esto sucede confrontando errores, aunque esto le cause cierto
desasosiego. Si la persona que utiliza la Enseñanza se niega a purificarse, a
veces, después de haber cumplido ciertas funciones necesarias para su expansión,
la Enseñanza misma lo expulsa.
Para nadie es agradable saber de sus faltas; cuando las oye, generalmente las
niega, aunque sabe en su interior que son ciertas; pero el orgullo del “yo
personal” no le permite aceptarlas, y esto indudablemente retrasa el proceso de
purificación y ascensión. A veces, en el fragor de confrontaciones, el individuo
al cual la Diosa de la Oportunidad la ha dado la ocasión de recibir algo que
todavía no le correspondía, decide, como producto de su ignorancia, mente
nublada, sin conocimiento certero de lo que hace y le pasa, decidir: “Me cambio
de línea discipular”, “Me voy”, “Sigo solo”.
Muchas personas se sienten capaces de asumir las riendas de conducir su propia
alma y las de otros sin estar preparadas, ignorando que es una de las labores
espirituales más difíciles, de mayores responsabilidades, más grande y de mucho
cuidado que existen en todo el universo. Así, al individuo que no estaba
preparado, ni siquiera para recibir el privilegio de ser aceptado en las filas
de esta noble instrucción como simple estudiante, por creerse más de lo que es y
querer asumir lo que no puede, le viene el fracaso más grande de su encarnación,
aunque no lo quiera aceptar y se valga de artimañas mentales para creer que todo
le ira bien. Pero esto es como el que no acepta que morirá si se lanza desde un
noveno piso, que aunque no quiera, morirá. Esto no es asunto de aplicar el poder
mental; esto supera el cumplimiento de determinadas leyes y es regido por otras.
Es allí, en esta difícil prueba, donde la afirmación del Señor Gautama hace
falta y hay que decir: “Aquí está la Verdad que Yo deseo, y esta es la Verdad
en la cual viviré”.
Algunas personas, a causa de la dispensación que hay, encuentran un buen
facilitador, fácil, que no les cobra, que no les exige nada, que solo
les da sin pretender nada, pero así como lo consiguen, lo dejan y
desprecian. No ven en la pantalla cósmica de la vida, que conseguir un
buen Facilitador y una Enseñanza limpia no es fácil, es un privilegio
que se debe conservar y agradecer de por vida. Por eso hay que afirmar,
como el Gautama: “Aquí está la Verdad que Yo deseo, y esta es la
Verdad en la cual viviré”.
A veces, para continuar en “la Verdad que se desea”, cuando hay
situaciones aparentemente adversas, pruebas que superar, confusiones
para desenvolver el discernimiento, confrontaciones para crecer, y
desavenencias para desarrollar la transmutación, hay que tomar la
actitud de alma, de pedir Perdón. Pero no el perdón de chocolate que se
derrite ante las primeras tibiezas del fragor de la transformación, sino
ese perdón que inclina la rodilla del arrepentimiento profundo. No se
pueden evadir las confrontaciones, cuando el facilitador o Maestro
llega, señala lo que hay que superar y se retira. Luego de esto, se
culpa al facilitador de que cada vez que viene, causa problemas. Una
persona no ocasiona problemas porque los descubra y señale. Para
enfrentar los propios errores se necesita valor, humildad, mucha fuerza
de voluntad, y es necesario darse cuenta de que no se tiene la razón, y
que por el bien del Alma, hay que deponer actitudes. Si ha habido
separación, debemos volver humildemente con aquel que nos señaló ciertas
faltas y que nos sirvió, dando sin exigencias lo que más deseábamos; que
abrió las puertas de un paraíso que ni siquiera sospechábamos que
existía; aquel quien, en lontananza, no tiene par con nadie más que
hayamos conocido físicamente en la vida.
A veces se cree que, porque se ha visto fluir de lado y lado la
abundancia de leche y la miel de la Sabiduría de los Maestros, esto se
va a encontrar en otro lado de forma fácil. Esto no es tan viable como
se cree; cuesta, y a veces no se halla. Tener la Enseñanza cuesta, y
mucho; lo que pasa es que muchas veces otros han pagado el precio del
esfuerzo por ponerla delante de ti en palabras fáciles, bien editadas,
explicadas de forma sencilla, y eso hay que agradecerlo, tiene un valor
inconmensurable. Si vas ha hacer lo contrario del Señor Gautama, no
viviendo más con la Enseñanza que con tanto amor has recibido,
¡piénsalo! Otros ya lo pensaron, no se han ido, o han regresado, y no se
han arrepentido de quedarse y superar; han llegado lejos. En la
Vivencia Espiritual no se llega a la meta dando la espalda, abandonando,
renunciando a lo que hay que superar, sino afrontando, transmutando,
pidiendo perdón y siguiendo. De esta forma, se podrá decir, como el
Señor Gautama cuando en el logro de su Iluminación llegó a la Esfera
Verde del Aura de Dios: “Ingresé a la Quinta Esfera, en donde mora
la Llama de la Verdad de Dios y pensé: ‘Aquí está la Verdad que Yo
deseo, y esta es la Verdad en la cual viviré’. Yo debería aprender todo
lo que está aquí y llevarlo de vuelta a los hombres”.
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